lunes, 24 de mayo de 2010

El Hechizo del Pando (México)

Epoca Colonial -
Hilario sentía que su enfermedad se agravaba cada vez más. Desde hacía ya mucho tiempo que padecía, y habían sido vanos todos los esfuerzos que había hecho por curarse. Bien es verdad que, como sucede siempre con los enfermos que sufren por largo tiempo, no había sido constante en curación; nunca había sido atendido por un médico siquiera por el espacio de un mes. El se decía para sus adentros:

¿Para qué curarme un médico? Los médicos no curan el hechizo. No pueden curarlo ni creen en él. Y sin
embargo, por algo dicen que cuando el tecolote canta, el indio muere...¡yo no tengo remedio!

Hilario estaba enhechizado por una mala mujer a quien desgraciadamente había él querido con todo el
corazón; pero, al fin, se habían separado por no haberse podido comprender una a otro.

Ella tenía mal carácter, y ahora se vengaba del pobre hombre causándole un mal incurable. Todo el barrio, de Manrique lo sabía, y aun había personas que aseguraban que Teofila, la amada perversa, tenía en un lugar secreto de su casa, un muñeco que era el vivo retrato de Hilario, con una espina clavada en la espalda...

Aquel infeliz se moría a pausas, sufriendo atroces dolores, ¿La espina? La espina que tenía el muñeco clavada en a espalda le causaba terribles dolencias que los médicos no saben curar, porque dicen que son los riñones. ¡Los riñones!... ¡El hechizo! El hechizo era lo que hacía padecer a Hilario. Margarita, su hermana, le hacía cuanto remedio le aconsejaban los vecinos del barrio, y sobre todo los boticarios, que en Colima presentaba a los médicos una gran ayuda en el ejercicio de la profesión, pues ellos curan la bilis, sin cobrar más que la medicina; curan piadosamente y con toda generosidad, el mal del amor, principalmente a los rancheros decepcionados que acuden a ellos en busca de consuelo, y les venden unos polvitos blancos y dulces, como si fuera de azúcar molida, diciéndoles que es el polvo de enamorar, mucho más eficaz que elixir del doctor Dulcamara; ellos venden unciones de manteca de elefante y aceite de cocodrilo legítimo para las riumas, y preparan polvos de víbora inmejorables para las enfermedades de la sangre... Pero el hechizo... ¡el hechizo no lo curan ni los boticarios de Colima!

Un día, ya al atardecer ya con la esperanza perdida, la atribulada Margarita pensó hablarle a un médico que fuera a hacerle una visita a su hermano, no para que lo curara, sino para que lo viera y en trance fatal de la muerte que ya esperaba, le diera el certificado de defunción, sin el cual no podía enterrar el cadáver.

¡Tiene una ocurrencias el gobierno! ¿Qué necesidad hay que sea un médico el que asegure que está muerta una persona, cuando la presencia del cadáver es prueba mejor que cualquier papel escrito?, pero así son las cosas.

El médico llegó ya casi entrada la noche.

La pieza estaba apenas alumbrada por una vela de grasa de buey que difundía una tenue luz amarillenta y vacilante, dando a la estancia un aspecto fantástico y lúgubre, desde la mesa en que estaba colocada, hasta otra mesa corriente llena de botellas y trastos de cocina. El enfermo, con una respiración fatigada y angustiosa, yacía en un catre de madera. En el semblante expresaba la cercanía del último momento. El médico lo examinó; escuchó silencioso y atento algunas palabras entrecortadas por la angustia de la respiración, sacó del bolsillo algunas hojitas de papel, y recetó. ¿Qué recetó? ¡Letra ininteligible, como la de todos los médicos! Letra que solo saben entender los boticarios, porque ellos todo lo saben. Antes de retirarse, el médico dio al enfermo lo único que podía darle: la esperanza. (Le prometió que se aliviaría, aunque fuera un poco tarde).

Pero llamó aparte a Margarita para explicarle como debía darle la medicina al enfermo, y advertirle que ya era extemporáneo el esfuerzo por la curación, esfuerzo que hacía en cumplimiento de un deber profesional, porque un buen médico, como el buen soldado, tiene la obligación de luchar, aunque sea inevitable la derrota, haciéndose la ilusión de conseguir la victoria. En aquel momento recetaba por deber, pero sin esperanza.

El médico no se equivocaba, aún venía de la botica con la medicina, cuando el enfermo expiró. Bien claro lo decía el canto lúgubre del tecolote que desde al obscurecer se escuchaba entre el ramaje espeso del aguacate del corral, infundiendo en el barrio cierto misterioso terror. ¡Qué había de poder la ciencia médica contra el hechizo! Este solo pueden curarlo los hechiceros.

Tales creencias vinieron a confirmarse poco después de expirar el enfermo, que cuando tenía su cadáver en el suelo con una teja para que ganara las indulgencias, se levantó de medio cuerpo atemorizando a los presentes y arrojó algo por la boca. −¡Ya lo ven!− exclamaron todos− ¡La postema! ¡No cabe duda, estaba enhechizado por aquella mala mujer!

Sepultaron el cadáver de Hilario, que vulgarmente era conocido en el barrio de Manrique, por el apodo de El Pando, y por varios días, al oscurecer, confirmando la opinión popular, siguió el tecolote cantando lúgubremente entre el ramaje espeso del aguacate del corral.

La Leyenda del Volcán de Colima (México)

El Volcán de Colima, llamado también Volcán de Fuego está en el estado de Jalisco, al suroeste de la ciudad de Guzmán. Mide 3,886 metros de altura y por el aislamiento del cono y sus contornos bien definidos, es uno de los volcanes más hermosos de México.

La historia menciona violentas erupciones ocurridas en 1575, 1611, 1806, 1808, 1818. Su leyenda dice que hace varios siglos, en los años de la colonia, el rey Colimán, gobernador de la región vivía en su mansión en las afueras del volcán con sus fieles doncellas y guerreros.

La historia dice que después de una discusión con el virrey español, este rodeó a Colimán y su gente en su propia mansión, les cortó el agua y los alimentos, y los amenazo con matarlos si salían de ahí. Así duraron varios meses, pero como no podían vivir y su muerte era inevitable, intentó escapar una noche junto con sus doncellas y guerreros, pero fueron descubiertos por los españoles.

Entonces para evitar ser capturado, el rey se aventó al volcán y lo siguieron sus doncellas y guerreros. Se cuenta entre los que viven en la región, que el volcán hace erupción cuando son maltratados los descendientes del rey Coliman o de sus doncellas y guerreros.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

La laguna del jabalí (México)

Cuenta la leyenda, que en un pueblecito cercano a Comala, hace muchos años sucedió algo muy raro, en una laguna, la más bonita y bella de la región.

Una tarde, la más hermosa de ese tiempo empezó a hacer mucho viento, tanto que, el agua de la laguna empezó a desbordarse y de enmedio del lago surgieron unas burbujas y sorpresivamente apareció un animal enorme, su piel brillaba con la luz del sol, sus ojos reflejaban ternura, parecía asustado, ni él mismo sabía a donde había llegado.

La gente del pueblo empezó a darse cuenta de que había un animal muy extraño en ese lugar, por lo que le temían pero con el tiempo notaron que estaba triste, no sabía su nombre. Como la gente se encariñó con el por ser un animalito tierno y sin causarle daño a nadie decidieron quitarle su tristeza y ponerle un nombre: Jabalí.

Y así, transcurrió su vida normalmente hasta que un día desapareció, como había llegado. Cuenta la leyenda que desde entonces, si te asomas a la laguna, verás reflejada la carita de nuestro amigo, es por eso que a la laguna se le puso su nombre.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

La Novia (México)

Esta leyenda a recorrido muchos años espantando y empieza en el pueblo de Tiltepec Chiapas donde una mujer de nombre desconocido iba a casarse con un hombre tambien de nombre de conocido.

Eran muy felices en su noviasgo pero justo antes de casarse la mujer descubrio a su querido y amado en la cama con su mejor amiga. Entonces cojio un palo y los mato a los dos a puros golpes quien sabe como. Cuando llego el dia de la boda, todos se burlaron de ella porque no tenia con quien casarse.

Ella se suicido, pero una maldicion cayo y los que se burlaron de ella murieron y serian atormentados para toda la eternidad.

Desde ese entonces en la iglesia del pueblo se oye desde las 9 de la noche hasta las 3 de la madrugada -¡vivan los novios!- y suenan las campanas aterrorisando a todos...

Si uno escucha el sonido de las campanas y sale a la calle es comvertido en un espectro mas....

Si uno escuche el sonido de las campanas y sale a la calle

es combertido en un espectro mas....

La Tisigua (Chiapas)

Los viejitos de los ranchos con su gran imaginación que tenían, como don Luis Toalá, creaban personajes fantásticos, como lo fue la Tisigua, para que los jovencitos no anduvieran de parranderos y coscolinos por los ranchos y en el vecino Terán, (Colonia donde se ubica nuestra escuela). Fue así como, entre las familias se comentaba que a los que se quedan por largas horas bañándose en el Sabinal, en las hermosas pozas que se formaban junto a los gruesos troncos de los ahuehuetes se les aparecía la Tisigua.

Dionisio, a quien todos conocían por Nicho, era el hijo único del cañero don Casimiro, que por afecto todos lo conocían por el tío Cashi. Su madre, doña Micaela, siempre estaba pendiente de todos los deseos de su Nichito. En su oloroso baúl de cedro siempre le tenía su ropa bien planchada que, por cierto, en una ocasión se quemó con la plancha de mano que calentaba en un buen cuadrado comal de fierro y con buenos leños de brasil y de patzipocá.

Nicho, que ya andaba por los dieciocho años, todavía no daba muestras de enamoramiento y las amigas de la madre del joven le preguntaban que cuándo se casaría Nichito, pues ya tenía su edad. A eso la madre les contestaba: todavía no piensa mi hijo en mujer, no pues... Todavía no... Le pido al señor de Esquipulas que cuando ya piense en mujer se encuentre con una buena y galana muchacha.

Ni crea usted tía Mica, a lo mejor su Nichito ya hasta ha de tener un chiquito con alguna tiraleña o de por ahí por la Chacona, porque como es bien parecido el muchacho vierasté como lo siguen... Se iba a celebrar la velación del Señor de Esquipulas el catorce de enero, por lo que doña Micaela le alistó su buena mudada a Nicho para que fuera de conquista al baile.

Por la tarde se fue al río el jovencito muy contento, silbando una de las canciones que mucho le gustaban. Antes de salir de la casa, la buena madre le recomendó que no se tardara mucho en el río, que recordara que la Tisigua se estaba apareciendo a los que iban a bañarse ya muy tarde; Nicho muy valiente le dijo a su mamá: -¡ay mamá..! eso de la Tisigua es puro cuento de don Luis Toalá...- bueno.. ahí velo vos Nicho. Yo no quiero que te vaya a jugar y te quedes de idiota como Lipe de don Chano... ¿A poco es bonito andar así? Pero Nicho no tomó en cuenta aquellas recomendaciones y salió disparado hacia el Sabinal, que estaba bastante lleno y con una corriente tan cristalina que invitaba a bañarse, se desvistió dejando su ropa en las ramas del sabino que quedaban a manera de percha junto a la orilla del río y dándose impulso se lanzó a la poza, dando las buenas braceadas a lo largo de las tranquilas aguas, (en la actualidad son aguas negras), ya estaba enjabonándose parado sobre unas gruesas raíces, cuando de repente oyó unas palmada un poco leves y luego más fuertes acompañadas de un silbido medio mañoso. Con los ojos enjabonados, como pudo trató de distinguir de dónde surgía todo aquello. Luego escuchó aquellos ruidos por otro lado, después detrás de él y así fue dándose cuenta de que lo estaban jugando, se quitó el jabón rápidamente y se volvió a zambullir. Apenas sacaba la cabeza cuando muy cerca vio que surgía del agua el busto de una guapa mujer, rubia, de ojos azules, de nariz muy perfilada, bonita la malvada. Nicho, en cuanto la vio dijo para sí: - Ya se me hizo. Voy a saber lo que es tener una mujer junto a mí. Ojalá que se me haga. Esta no se me escapa.

Cuando más contento estaba con tan inesperado hallazgo, se dio cuenta que la bella mujer ya estaba detrás de un grueso tronco de sabino. Él trató de seguirla, pero inmediatamente la guapa mujer se escabullía por entre la maleza a pesar de las espinas y garfios que abundaban más arriba de la orilla, no se lastimaba; en cambio el pobre Nicho, se iba cayendo y levantando entre el espinero y la maleza con peligro que pisara una culebra.

Al poco rato, la maligna mujer volvía a meterse en la poza y Nicho tras de ella tratando de abrazarla y comérsela a besos, y luego... De momento reflexionó y recordó lo de la Tisigua. Dudaba si era la fantástica y perversa mujer que había vuelto tontos a muchos jóvenes de la región o que los había metido en los peroles de miel caliente de las moliendas.

Llenándose de valor, se lanzó hacia donde estaba nadando la Tisigua y ya casi la alcanzaba cuando ella se dirigió a donde estaba su sombrero de palma que había llevado, lo llenó de agua y en un instante se acercó a Nicho poniéndoselo en la cabeza.

Al verlo con el sombrero, que escurría una agua lodosa, olor a azufre, se carcajeaba y sonaba las manos como burlándose del joven. Él trataba de alcanzarla pero al poco desapareció entre los árboles, quedando Nicho desde ese momento alelado, idiota, con la mirada fija sin que pudiera articular las palabras con claridad que le caracterizaba.

Como pudo, con la ropa toda mojada se fue a su casa, que con trabajo la encontró a eso de las diez de la noche.

Para eso ya la familia había ido a buscarlo, el tío Cashi, con un grupo de vecinos se fue, llevando un tambor y unas teas para localizarlo. Desesperados le gritaban sin saber que ya se encontraba en su casa, donde la tía Mica lo estaba atendiendo con su buena taza de café caliente. Cuando llegaron los que fueron a buscarlo, ya don Crispín le estaba curando de espanto.

A mucha distancia se oían las imploraciones del curandero que decía: señor de las Ampollas, curá a este cristiano... señor de Esquipulas, dale la salud a tu hijo Nicho... y rameadas; lo bañaba de aguardiente y entre soplido y soplido seguía pidiendo a toda la corte celestial que Nicho volviera a su estado natural, que recobrara su buena figura. Y de nuevo volvía a decir:

- Virgen de Copoya, salvá tu hijo... Virgen de Olachea, que se componga este cristiano. Virgen de Candelaria, hacé tu milagro. San Marcos, patrón de Tuxtla, cura a este bendito muchacho.. San agustín, patrón de Tapachula, que se componga este niño... San pedro de Tapana, curálo... Pasión verde de Clacotepec, sanálo... San Sebastían de Chiapa, curálo... San Caralampio de Comitán, curálo... San Pascualito, sanálo.. y así no cesaba de pedir hasta lograr que volviera a la normalidad aquel pobre muchacho.

Pero de nada sirvieron todas aquellas imploraciones. El infeliz Nicho nunca recobró la razón y desde entonces por las calles de Terán y los callejones de los ranchos de Juan Crispín veían a Nicho parándose en las puertas de las casas mendigando un taco o algo, no porque en su casa le faltara comida sino porque gozaba al recibir algo para comer, imaginándose que era la Tisigua quien le daba todo.

Escrito por un maestro Emérito de Chiapas.
Profr. Manuel de Jesús Martínez Vázquez.
Originario de Tuxtla Gutiérrez.

Leyendas de Celaya (México)

La ciudad de Celaya fue punto de grandes acontecimientos historicos como el hecho de que el dia 21 de septiembre de el año de 1810 Miguel Hidalgo paso por aqui siendo la primera plaza tomada,en Celaya hay una casa que se construyo en le siglo XVI por uno de los soldados que llego con Hernan Cortes esa casa con el paso de le tiempo fue casa recolectora de el diezmo eclesiastico,asoleadero,hotel banco rural y actualmente es escuela de artes y galeria,en tiempos de la colonia los sacerdotes franciscanos ahi recolectaban sus diezmos,cuentan que un dia entraron a robar el salon de diezmos que actualmente es la oficina de turismo del estado de Guanajuato y el sacerdote encargado al notar la ausencia de dos talegas de oro se lo comento al velador conminandolo en el nombre de Dios a que se quedara en vela por que donde el ladron ve que hay que robar tarde o temprano el regresara


El velador se mantuvo despierto hasta casi la media noche,de aquel dia de luna llena en el cual la luz pareceia quedar atrapada en le patio,casi vencido por el sueño salio al porton que da hacia la calle de Benito juarez antes de la Compañia de Jesùs,para que el aire fresco de la noche le despertara.

-LAS DOCE DE LA NOCHE Y TODO SERENO AVE MARIA PURISIMA-.

Ese era el grito del sereno que daba su recorrido por las calles de Aguayo y Cia. de Jesùs(actuales Qroo y Benito Juarez),-SON LAS DOCE-,penso para si el velador que se santiguaba como se acostumbraba en aquel entoces,al cerrar el porton y colocarle la tranca de lo que es la delegacion de turismo vio salir a una mujer vestida de negro.

-CONDENADA VIEJA TU ERES LA QUE ME ROBA DE SEGURO PERO YA TE LAS VERAS CON LOS DE LA RONDA-

El hombre corrio por uno de los pasillos laterales con el fin de cortarle paso ya que la mujer se dirigia hacia el segundo patio,ese pequeño patiecillo que tambien esta habitado por fantasmas,basto un parapadeo para que la mujer desapareciera entre la sombra que proyectaba la luna,que habia pasado el hombre no lo comprendia y al dirigir su mirada al pasillo la volvio a ver .

-DETENTE EN EL NOMBRE DE DIOS-el hombre bajo lentamente su mirada y al verle los pies noto que ella no tocaba el piso.

-SANTA Y PURA VIRGEN ESTO ES UN FANTASMA-

Como pudo quito la tranca del porton y salio corriendo por la calle de la compañia de Jesùs gritando
-¡EN LA CASA DE EL DIEZMO HAY UN FANTASMA!¡HAY UN FANTASMA EN LA CASA DE LOS DIEZMOS YO LO VI,YO LO VI!-

Aquella aparicion se hecho al olvido y paso a formar parte del folklore de Celaya y nadie se atrevia a pasar en noches de luna llena cerca de la casa del Diezmo.corria los años 70´s cuando un hecho extremadamente sorprendente ocurrio en celaya y desperto le interes de la gente por la leyenda ya que un pequeño grupo de estudiantes de teatro proximos a estrenar una obra se encontraban ahi,ya que la lo que ahora es la casa de la cultura estaba siendo reparada y acondicionada ya que antes habia sido carcel municipal.

Los jovenes estaban solos y aburridos de pronto uno de ellos propuso jugar a algo,los demas aceptaron y dicen que saco una tabla de las conocidas como ouija y se comenzo a mover,de pronto llego el maestro el cual se molesto por verlos jugar y no estudiar sus parlamentos.

-VEAMOS YO NO LES VOY A DECIR LO QUE DEBEN DE HACER O DECIR,NI A QUE HORA ENTRAR O SALIR VAYA CON USTEDES JUGANDO EN VEZ DE REPASAR LOS PARLAMENTOS-

Los muchachos avergonzados guardaron sus juguetes y se pusieron a practicar el maestro al notar que estaban repasando y equivocandose les dijo que pararan la escenificacion.

-MIREN VAMOS A COMENZAR SIN ENOJOS, SI,Y RELAJADOS-

El profesor les dio instrucciones de tenderse en el piso y les puso una musica suave y relajante.
-UNO,CIERREN LOS OJOS;DOS, RESPIREN POR LA NARIZ;TRES,SUELTEN EL AIRE LENTAMENTE;UNO...-

El profesor iba a comenzar de nuevo el ejercicio cuando uno de sus alumnos se levanto de repente como impulsado por algun resorte invisible volteo a ver a sus compañeros los cuales creyeron que estaba jugando;los miro uno por uno y cada uno de ellos sintio un frio que les helaba los huesos mientras el aula se llenaba de una extraña neblina.

Por un momento sus compañeros creyeron que le jugaba pero al hablar su voz sonaba extraña y por muy buen actor que fuese su voz era de mujer,se dirigio hacia la pared del lado izquierdo y comenzo a rañar mientras decia algunas raras palabras,una de las chicas entro en estdo de histeria y grito.

-DETENGALO,DETENGANLO, POR FAVOR YA NO SOPORTO MAS-el joven arañaba tanto que se habia provocado heridas en los dedos,la chica tomo uno de los martillos de la utileria y comenzo a golpear la pared en la zona en que le joven arañaba de pronto el se alego un poko y comenzo a darle un ataque parecido a los epileptico.

-LOS HOMBRES AYUDENME,LAS MUJERES DESPEJEN EL AREA-grito el maestro que se habia quedado mudo de la impresion,el muchacho quedo inconciente y lo sacaron al patio central.la casa del Diezmo estaba llena de gente curiosa que preguntaba y cuchicheaba sobre un rumor que se habia soltado por todo Celaya solo Dios sabe como

-ES CIERTO,ES CIERTO QUE VIERON A LA MUJER DE NEGRO,LA DE LAS CADENAS,LA FANTASMA DE LA CASA DEL DIEZMO-
El profesor Herminio Martinez que sabe algo de estas cosas invito gente especializada y Celaya se convirtio en la meca provisional de parasicologos,lingüistas y curiosos,los especialistas quisieron repetir la experiencia pero al intetar que el joven entrara al aula le dio un ataque parecido al interior,y no quedo mas que hipnotizarlo y por medio de la regresion hacerlo repetir la experiencia vivida de pronto el comnezo a gritar y ha decir cosas en ese idioma cuando llevaron la grabacion a los lingüistas ellos determinaron que era vascuense del siglo XVII y decia esto.

-AYUDENME,SAQUENME DE AQUI POR FAVOR SAQUENME JUNTO A MI HAY DOS COFRES EL QUE CONTIENE PLATA DESENLO AL QUE ME SAQUE EL DE ORO LLEVENLO A SAN FRANCISCO PARA QUE SE DIGAN MISAS POR MI Y POR LOS QUE ME DEJARON AQUI AYUDENME SAQUENME POR FAVOR AYUDENME-

Extrañamente a los alumnos y maestros les dieron vacaciones y cuando regresaron el aula tenia parches en toda la pared y el piso,dicen que no encontraron nada de dinero pues dicen los que saben de estas cosas que quienes van tras el dinero este se transforma en polvo cenizas o en heces fecales. uno de los veladores aseguro que sacaron una osamenta que tenia restos de habito de monja,grilletes en las manos y en los pies y dos bolsas,que la enterraron en el panteon norte de la ciudad en una tumba sin nombre pues nadie lo sabia y esa tumba existe y como epitafio tiene unicamente un año el año de 1978.

Espero sinceramente que la hayan disfrutado tanto como yo y si quieren vivir la experiencia vayan a la casa del diezmo en una noche de luna llena,mientras tanto visitenla de dia para que vean su bella arquitectura de dia no hay peligro ,el peligro es a la hora cero la hora en que los fantasmas suelen caminar en el mundo de los vivos.

El charro y la partera (México)

En cierta localidad a la parte norte del pais solía cabalgar un misterioso charro que se aparecía repentinamente a los habitantes. Una noche allí llegó un charro a solicitar los servicios de una partera y la llevó a su jacal, donde la partera asistió a su mujer hasta que parió. El charro regresó al lugar y le pago con varias monedas de oro, pero le advirtió que guardara en secreto el parto o se moriría. Indignada y asustada por la advertencia la partera entró a su hogar y espero a que se retirara el charro. Como no escucho las pisadas de su caballo pensó que seguía fuera de su casa y se asomó a la ventana para descubrir asombrada que no había nadie.

Ella estuvo confundida y recelosa durante varios días por la advertencia y la silenciosa desaparición del charro. Durante varias semanas estuvo absorta en sus pensamientos, y miraba extrañada a sus conocidos. Cierto día le platicó todo lo sucedido a una vecina quien le aconsejó no contárselo a nadie más y dejar las monedas en la iglesia, así lo hizo la partera. Sin embargo, a la mañana siguiente la partera amaneció muerta, pero con el aspecto de seguir durmiendo y algunos rumoraron que escucharon cabalgar al charro cerca de ahí. Se cumplió la advertencia de aquel charro, aquellas monedas desaparecieron y se rumoró que el charro regresó a recogerlas.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

El Señor del Veneno (México)

Don Fermín de Andueza era un hombre rico, virtuoso y estimado por la gente. Diariamente iba a misa al amanecer, cuando entraba y salía de la iglesia le rezaba a un gran crucifijo, le besaba los pies y depositaba unas monedas de oro en el plato petitorio.

Sin embargo, Don Ismael Treviño, que era egoísta y envidioso con todos, le tenía unos celos absurdos y siempre despotricaba contra Don Fermín e incluso le obstaculizaba algunos negocios y nunca pudo frustrárselos.

Su envidia se transformó en odio y un día planeó matarlo, aplicó un veneno de efecto paulatino en un pastel de hojaldre que le dio a Don Fermín con la mentira de ser obsequió de un concejal amigo suyo. Don Fermín se lo comió y Don Ismael lo espió para asegurarse de que surtiera efecto.

Al día siguiente en la mañana, Don Fermín estando en la iglesia, le rezó al crucifijo como de costumbre y al besarle los pies se ennegreció rápidamente, para absorber todo el veneno de Don Fermín. Los feligreses presentes se sorprendieron del fenómeno; Don Ismael también allí presente, se conmovió y se arrepintió de su odio. Le confesó su propósito a Don Fermín y él lo perdonó. Don Ismael abandonó la ciudad y nadie supo más de él.

Ese Cristo negro se destruyó en un incendio que sólo al Cristo perjudicó y fue reemplazado por otro que está en la Catedral de México.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

El callejón del Armado (México)

En el siglo XVI, existió un misterioso hombre rico, callado y triste que acostumbraba salir en las noches de su hogar hacia el Convento de San Francisco para entrar a la capilla del Señor de Burgos y arrodillarse a rezarle llorando y gimiendo. Nadie le preguntó las culpas que le remordían.

El hombre solía salir del convento para visitar otras iglesias de la ciudad y hacer lo mismo que en la capilla. Sus visitas terminaban hasta altas horas de la noche cuando regresaba a su casa.

La gente rumoró que durante su juventud fue crapuloso e hizo maldades. Como este hombre siempre vestía una pesada armadura con celada sobre su fina ropa negra y portar una espada y un puñal enfundados, le apodaron El Armado.

Un día amaneció ahorcado de uno de los balcones de su hogar, cuando su única criada lo descubrió avisó a los alguaciles que llegaron a descogar el cadáver lloroso. Nunca se supo su nombre ni su linaje y a la criada nunca se le preguntó ni comentó nada.

Sin embargo tiempo después, cuando algunas personas pasaba por las ruinas de su casona durante la noche, miraban afuera el fantasma ahorcado de El Armado. Quienes se atrevieron a acercarse al fantasma, escucharon sus gemidos y vieron gotear sus lágrimas. Las apariciones de este fantasma se prolongaron hasta principios del siglo XX.

El vulgo nombró al callejón de Illescas, donde estuvo la casona como El callejón del Armado. Actualmente se llama calle de Pedro Ascencio.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

El fantasma de la Basílica de Guadalupe (México)

Algunas personas que visitan la moderna Basílica de Guadalupe en las noches o mendigos que duermen en sus escalinatas cuentan haber visto a una mujer saliendo de la antigua Basílica de Guadalupe, portando una vela que sigue encendida a pesar de la lluvia o del viento, y caminando hasta la moderna Basílica donde entra atravesando las paredes.

Algunos por curiosidad han entrado a la Basílica y la han visto dejar la vela en ofrenda, rezar y después desaparecer. Se rumora que es un alma en pena que cumple una manda que no cumplió.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

Los campanazos de la Antigua Basílica de Guadalupe (México)

Hace muchos años en esta basílica, un capellán solía tocar las campanas puntual y diariamente. Un día adquirió una grave enfermedad respiratoria, pero era un hombre tan responsable que no dejó de tocar las campanas aun enfermo y eso lo empeoró tanto que murió.

Tiempo después se escuchaban las campanas cuando nadie las tocaba y mucho después se retiraron las cuerdas de las campanas y todavía se siguen escuchando. Nadie sabe la causa de este fenómeno pero muchas personas creen que el fantasma del capellán sigue cumpliendo sus obligaciones.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

La Planchada (México)

Esta leyenda fue de las más populares del siglo XX, también es conocida como "La Enfermera Visitante", evoca muchas narraciones misteriosas ocurridos en el Hospital Juárez, el Centro Médico, además de clínicas y centros de salud de la Ciudad de México y sus alrededores.

Una de las versiones de cómo ocurrieron los hechos que dieron origen a la leyenda narra que una enfermera de nombre Eulalia entró a formar parte del personal de un hospital civil, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo.

La joven enfermera era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada.

Era entregada a su vocación por atender a los pacientes, en una ocasión el Director del hospital llamó al personal porque iba a presentar a un médico de nuevo ingreso, pero sin embargo ella no acudió al llamado porque se encontraba atendiendo a un paciente.

El médico recién llegado se llamaba Joaquín, era joven y recién egresado, y después de un corto tiempo en el hospital se rumoraba que era orgulloso y envanecido. Cierto día se le encomendó a la enferemera Eulalia que auxiliara al Doctor Joaquín, quien iba a extraer una bala a un paciente que llegaba de urgencia.

Dicen que Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y que después de colaborar con el mencionado médico no dejaba de hablar de sus ojos y de lo bien parecido que era. A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras.

Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.

Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día el la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte del país que duraría 15 días.

A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen viaje y se despidió del él.

A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.

La enferemera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comezó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes mencionan que se le llegaron a morir por su desatención.

Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.

Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:

-Gracias por sus cuidades, la medicina que me dió me mejoró mucho.

Sin embargo, la enfermera no había ido en la madrugada.

En otra ocasión, una paciente también mencionó que una enfermera vestida con ropa muy bien almidonada había ido durante la noche a darle unas pastillas.

Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces "La Planchada". El personal del hospital se familiarizó con las apariciones de Eulalia, quien en las noches circulaba por los pasillos, entraba a los cuartos, y nadie duda que hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías.

El día de hoy todavía sigue escuchándose de vez en cuando que alguien comenta sobre una visita de la enfermera, con su vestido largo, blanco y perfectamente almidonado y esto no ha sido solo en el Hospital Juárez, sino en otros nosocomios de la Ciudad de México.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

La calle de la mujer herrada (México)

Por los años de 1670 a 1680, vivía en esta ciudad de México y en la casa número 3 de la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, ahora número 100, calle atravesada entonces de Oriente a Poniente por una acequía, vivía, digo, un clérigo eclesiástico; mas no honesta y honradamente como dios manda, sino en incontinencia con una mala mujer y como si fuera legítima esposa.

No muy lejos de allí pero tampoco no muy cerca, en la calle de las Rejas de Balbanera, bajos de la ex-Universidad, había una casa que hoy está reedificada, la cual antiguamente se llamó Casa del Pujavante, porque tenía sobre la puerta "esculpido en la cantería un pujavante y tenazas cruzadas", que decían ser "memoria" del siguiente sobrenatural caso histórico que el incredulo lector quizá tendrá sin duda por conseja popular.

En esta casa habitaba y tenía su banco un antiguo herrador, grande amigo del clérigo amancebado, item más, compadre suyo, quien estaba al tanto de aquella mala vida, y como frecuentaba la casa y tenía con él mucha confianza, repetidas ocasiones exhortó a su compadre y le dio consejos sanos para que abandonase la senda torcida a que le había conducido su ceguedad.

Vanos fueron los consejos, estériles las exhortaciones del "buen herrador" para con su "errado compadre" que cuando el demonio tórnase en travieso Amor, la amistad es impotente para vencer tan satánico enemigo.

Cierta noche en que el buen herrador estaba ya dormido, oyó llamar a la puerta del taller con grandes y descomunales golpes, que le hicieron despertar y levantarse más que de prisa.

Salió a ver quién erá, perezoso por lo avanzado de la hora; pero a la vez alarmado por temor de que fuesen ladrones, y se halló con que los que llamaban eran dos negros que conducían una mula y un recado de su compadre el clérigo, suplicándole le herrase inmediatamente la bestia, pues muy temprano tenía que ir al Santuario de la Virgen de Guadalupe.
Reconoció en efecto la cabalgadura que solía usar su compadre, y aunque de mal talante por la incomodidad de la hora, aprestó los chismes del oficio, y clavó cuatro sendas herraduras en las cuatro patas del animal.

Concluida la tarea, los negros se llevaron la mula, pero dándole tan crueles y repetidos golpes, que el cristiano herrador les reprendió agriamente su poco caritativo proceder.

Muy de mañana, al día siguiente, se presentó el herrador en casa de su compadre para informarse del por qué iría tan temprano a Guadalupe, como le habían informado los negros, y halló al clérigo aún recogido en la cama al lado de su manceba.

- Lucidos estamos, señor compadre - le dijo -; despertarme tan de noche para herrar una mula, y todavía tiene vuestra merced tirantes las piernas debajo de las sábanas, ¿qué sucede con el viaje?

- Ni he mandado herrar mi mula, ni pienso hacer viaje alguno - replicó el aludido.

Claras y prontas explicaciones mediaron entre los dos amigos, y al fin de cuentas convinieron en que algún travieso había querido correr aquel chasco al bueno del herrador, y para celebrar toda la chanza, el clérigo comenzo a despertar a la mujer con quien vivía.

Una y dos veces la llamó por su nombre, y la mujer no respondió, una y dos veces movío su cuerpo, y estaba rígido. No se notaba en ella respiración, había muerto.

Los dos compadres se contemplaron mudos de espanto; pero su asombro fue inmenso cuando vieron horrorizados, que en cada una de las manos y en cada uno de los pies de aquella desgraciada, se hallaban las mismas herraduras con los mismos clavos, que había puesto a la mula el buen herrador.

Ambos se convencieron, repuestos de su asombro, que todo aquello era efecto de la Divina Justicia, y que los negros, habían sido los demonios salidos del infierno.

Inmediatamente avisaron al cura de la Parroquia de Santa Catarina, Dr. D. Francisco Antonio Ortiz, y al volver con él a la casa, hallaron en ella la R. P. Don José Vidal y a un religioso carmelita, que también habían sido llamados, y mirando con atención a la difunta vieron que tenía un freno en la boca y las señales de los golpes que le dieron los demonios cuando la llevaron a herrar con aspecto de mula.

Ante caso tan estupendo y por acuerdo de los tres respetables testigos, se resolvió hacer un hoyo en la misma casa para enterrar a la mujer, y una vez ejecutada la inhumación, guardar el más profundo secreto entre los presentes.

Cuentan las crónicas que ese mismo día, temblando de miedo y protestando cambiar de vida, salió de la casa número 3 de la calle de la puerta Falsa de Santo Domingo, el clérigo protagonista de esta verídica historia, sin que nadie después volviera a tener noticia de su paradero. Que el cura de Santa Catarina, "andaba movido a entrar en religión, y con este caso, acabó de resoverse y entró a la Compañia de Jesús, donde vivió hasta la edad de 84 años, y fue muy estimado por sus virtudes, y refería este caso con asombro". Que el P. Don José Vidal murió en 1702, en el Colegio de San Pedro y San Pablo de Mexico, a la edad de 72 años, después de asombrar con su ejemplar vida, y de haber introducido el culto de la Virgen, bajo la advocación de los Dolores, en todo el reino de la Nueva España.

Solo callan las viejas crónicas el fin del R.P. carmelita, testigo ocular del suceso, y del bueno del herrador, que dios tenga en su santa Gloria.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

El callejón de la Condesa (México)

La Casa de los Azulejos, ahora mejor conocida como el Sanborn's de los Azulejos, tiene una fachada que da al Callejón de la Condesa. Su nombre se debe a que por ahí salían los carruajes de la Condesa del Valle, y ese callejón, llamado de Dolores, con el tiempo y hasta nuestros días se le conoció como el Callejón de la Condesa.

Sólo a través de los siglos y en aras de la tradición, ha llegado hasta nuestros oídos una curiosa anécdota, referente al Callejón de la Condesa, que tomó su nombre de alguna de las del Valle. Cuentan las consejas que cierta vez entraron por los extremos del callejón, dos hidalgos, cada uno en su coche y que por lo estrecho de la vía se encontraron frente a frente sin que ninguno quisiera retroceder, alegando que su nobleza se rebajaría si cualquiera de los dos tomara la retaguardia.

Por fortuna, como asienta un grave autor, la sangre no llegó al arroyo ni mucho menos, ni si quiera hirvió en las venas de los dos Quijotes; pero a falta de cuchilladas salió paciencia a los hidalgos quienes estuvieron en sus coches tres días de claro en claro y tres noches de turbio en turbio. De no intervenir la autoridad, de seguro se momifican los hidalgos; el Virrey previno, pues, que los dos coches retrocedieran hasta salir, uno hacia la calle de San Andrés, y otro hasta la Plazuela de Guardiola.

La calle de Chavarría (México)

Noche lúgubre, según las crónicas de nuestras antiguallas, fue la del 11 de diciembre de 1676 para los buenos habitantes de la Muy Noble y Leal ciudad de México, pues a las siete, estándose celebrando el aniversario de la aparición de la virgen de Guadalupe en la iglesia de San Agustín, se incendió ésta, comenzando por la plomada del Reloj.

¡Considérese la consternación y espanto de aquellas benditas y devotas gentes al ver que el fuego devoraba un templo tan antiguo y tan suntuoso! ¡Considérese la imposibilidad de contener tan voraz elemento en aquellos remotos tiempos, en que las bombas eran desconocida, en que las llaves de agua sólo servían para satisfacer la sed, y en los que para sofocar el fuego se acudía al derrumbe y a la presencia de la imágenes, y de las comunidades que llevaban cartas fingidas de los santos fundadores, en las que éstos simulaban desde el Cielo mandar que cesara el incendio!

¡Qué noche! La gente salía en tropel de la iglesia y empujada por el terror, sofocada por el humo, iluminada por las llama! Los frailes agustinos por su parte abandonaban el convento temerosos de que el fuego devorase las celda. En pocos instantes la calle estaba completamente llena de una multitud abigarrada, que con los ojos abiertos y casi salidos de sus órbitas por el terror, veía impotente que el fuego lamía, se enroscaba y devoraba impetuoso al templo.

La multitud, repito, era heterogénea. Los curiosos, los devotos que habían quedado, los agustinos, las órdenes de otros conventos, que habían acudido con sus Santos Estandartes y cartas de sus patronos, los regidores de la ciudad, los oidores, y el Virrey Arzobispo Don Fr. Payo Enríquez de Rivera, que personalmente tomaba parte activa dictando cuantas medidas juzgaba conducentes, para que el fuego no se comunicara al convento y cuadras circunvecinas, como lo consiguió.

Pero cuando era mayor la confusión, en el incendio, cuando la gente apiñada frente a la ancha puerta de la iglesia, veía salir de ésta lenguas colosales de fuego, gigantescas columnas de humo, infinidad de chispas que arrebataba el viento, cuando el calor sofocante, exhalado como el aliento de un monstruo, brotaba de aquella puerta y se comunicaba hasta la acera de enfrente, haciendo reventar los cristales de las vidrieras de las casa, la multitud presenció una escena que a todos hizo por lo pronto enmudecer de espanto...

Un hombre como de cincuenta y ocho años de edad; pero fuerte y robusto, que vestía el traje de Capitán y ceñía espadín al cinto, se abrió paso con esfuerzo entre la multitud y solo, sin que nadie se diera cuenta de lo que iba a hacer, penetró en la iglesia cuyos muros estaban ennegrecidos por el humo; subió impasible las grada del altar mayo; trepó con agilidad sobre la mesa del ara; alzo el brazo derecho y con fuerte mano tomo la custodia del Divinisímo, rodeada en esos instantes de un nuevo resplandor el resplandor espantoso del incendio, y con la misma rapidez que había penetrado al templo y subido al altar, bajó y salió a la calle, sudoroso, casi ahogado, aunque lleno de piadoso orgullo, empuñando con su diestra la hermosa custodia, a cuyo pies cayó de rodillas, muda y llena de unción, la multitud atónita...

Pasó el tiempo. De aquel incendio que destruyó la vieja iglesia de San Agustín en menos de dos horas, pero cuyo fuego duró tres días, sólo se conservó el recuerdo en las mentes asustadas de los que tuvieron la desgracia de presenciarlo. Sin embargo, al reedificarse una de las casas de la acera que ve al norte, de la calle que entonces se llamaba de los Donceles, situada entre las que llevaban los nombre de Monte alegre y Plaza de Loreto los buenos vecinos de la muy noble ciudad de México, contemplaron sobre la cornisa de la casa nueva un nicho, no la escultura de algún santo como era entonces costumbre colocar, sino un brazo de piedra en alto relieve, cuya mano empuñaba una custodia también de piedra...

La casa aquella, que con ligeras modificaciones se conserva aún en pie en nuestros tiempos, fue del Capitán D. Juan de Chavarría, uno de los más ricos y más piadosos vecinos de la ciudad de México, que había salvado a la custodia del Divinisimo en la lúgubre noche del 11 de diciembre de 1976.

¿Quién le concedió la gracia de ostentar aquel emblema de su cristiandad en el nicho de la parte superior de su casa? ¿Fue el Rey a cuyos oídos llegó el suceso, el Virrey-Arzobispo que lo presenció, o él tuvo tal idea como satisfecho de haber cumplido un acto edificante? Ningún manuscrito ni libro impreso lo dice. La antigua tradición sólo refiere el episodio del incendio, y lo que sí consta de todo punto es, que la casa número 4 de Chavarría, ahora 2ª del Maestro Justo Sierra, fue en la que habitó durante el siglo XVII aquel varón acaudalado y piadoso.

Pocas noticias biográficas tenemos acerca del Capitán D. Juan de Chavarría. Nació en México y se le bautizó en el Sagrario el 4 de junio de 1618. Se casó con doña Luisa de Vivero y Peredo, hija de D. Luis de Vivero, 2ª Conde del Valle de Orizaba, y de doña Graciana Peredo y Acuña, de cuyo matrimonio tuvo Chavarría tres hijos.

Fue hombre muy religioso y gran limosnero. A sus cuidados se reedificó la iglesia de San Lorenzo, de la cual fue patrón, y en la tarde del 26 de diciembre de 1652 en ella se le dio el hábito de Santiago, ante lucida concurrencia y con asistencia del virrey.

Don Juan de Chavarría murió en México y en su mencionada casa el 29 de noviembre de 1682, llegando una fortuna de unos 500,000 pesos, y como a patrono que era de San Lorenzo, sobre su sepulcro se le erigió una estatua de piedra, que lo representaba hincado de rodillas sobre un cojín y en actitud devota.

Hoy ya no existe el monumento sepulcral levantando a su memoria. Su buena fama di nombre a una calle, y el símbolo de su piedad se conserva en el antiguo nicho de la vieja casa de su morada.

Bibliografia:

Leyendas de las calles de Mexico. Luís Gonzalez Obregón. México, 1997, Ed. Porrua, col. "Sepan Cuantos..."

Cómo ahorcaron a un difunto (México)

El domingo 7 de marzo de 1649, los vecinos de la ciudad de México que transitaban por las calles del Reloj y delante de las Casas Arzobispales, situadas entonces en la que es hoy 1ª calle de la Moneda esquina sureste con la del Licenciado Verdad, como a las once horas de la mañana, presenciaban admirados un espectáculo muy frecuente en aquella época, pero raro por sus circunstancias especiales del que vamos a recordar.

Caballero en una mula de albarda, con un indio en las ancas de la mula que lo sostenía para que no cayese, iba el cadáver de un portugués; y al son de trompeta y voz de pregonero, se hacía público el delito que había cometido en vida.

-"Sepan los habitantes y estantes de esta ciudad de México - gritaba el pregonero - cómo hoy a las siete horas de la mañana, mientras oían misa los presos de la Carcel de Corte, este hombre, que había quedado en la enfermería a excusas de que estaba malo, y que se hallaba allí preso por haber asesinado a un alguacil del pueblo de Iztapalapan, en el ínterin que los dichos presos oían la dicha misa, se bajó a las secretas y se ahorcó sin que nadie lo viese ni lo sospechase."

Aquí el pregonero tomó aliento, y con la misma voz que antes, continuó:

- "Acabada la misa y buscándolo los carceleros, lo encontraron como se ha dicho; dióse cuenta a los alcaldes de Corte, y hecha averiguación de que ninguna persona lo había ayudado ni aconsejado a consumar en sí mismo tan temerario delito, se pidió licencia al Arzobispado para ejecutar en él la pena capital a que había sido condenado por el homicidio del alguacil de Iztapalapan, pues sin esa licencia no se le podía ejecutar, por ser hoy día del Santo Doctor Tomás de Aquino y domingo además; y vistos los autos, concedió el permiso la autoridad eclesiástica; y la Justicia ordena que hoy sea ahorcado el difunto en la Plaza Mayor de esta ciudad, para que sirva de escarmiento y de ejemplo."

Poco a poco el número de los vecinos curiosos que seguían al cadáver, creció mucho por la extrañeza del suceso, pues sabían ellos y habían visto a menudo que, cuando la Santa Inquisición relajaba a los reos, eran quemados en efigie si estaban ausentes, o sus huesos desenterrados si habían muerto; pero que la justicia del orden común lo hiciera en un difunto, no era cosa que se repitiese con frecuencia.

Después del paseo por las calles, la comitiva y el portugués - digo, su cuerpo inanimado -, hizo alto en la Plaza Mayor, y al difunto lo ahorcaron frente al Real Palacio, en el sitio en que se elevaba la picota pública; ajustándose a las propias ceremonias con que se ahorcaba a los vivos, excepción hecha de no llevarle al Cristo Crucificado, llamado Señor de la Misericordia, que siempre acompañaba en las ejecuciones a los reos que no fueran suicidas o impenitentes como lo había sido el pobre portugués.

Dejaron colgado el cadáver muchas horas; y como desde en la mañana de aquel día se levantó un aire tempestuoso, y mucho polvo, que arrancaba los tejados, levantaba los mantos y las faldas de las mujeres, las capas de los hombres; que arrebataba sombreros, ropas tendidas en las azoteas; que cerraba y abría las puertas de ventanas, balcones y zaguanes; que hacía volar las sombras de petates de los puestos de la plaza; que silbaba a veces iracundo y a veces quejumbroso; que, en fin, era tan fuerte que había instantes en que se tocaban solas y lúgubremente las campanas de las torres de los templos y de los monasterios; todos los vecinos espantados atribuyeron el huracán que soplaba y el polvo que se remolinaba en las calles y plazuelas, al crimen perpetrado por el portugués en el alguacil de Iztapalapan y en su propia persona.

Y como era domingo, los muchachos de la ciudad se alteraron en sus juegos; y oyendo las consejas que se contaban en sus casas, dieron y tomaron en que era el mismo demonio el portugués suicida; y con tan demoniaca idea, fuéronse gritando y pregonándola por las calles hasta llegar a la Plaza Mayor: y aquí le hacían cruces al cadaver del ahorcado, diciendo que era el diablo y que por él rugía el viento y rabiaba el polvo en furiosos remolinos.

No contentos los muchachos con ponerle cruces con los dedos y apellidarle como queda dicho, le estuvieron apedreando por gran rato, hasta que bajaron los ministros de la Justicia el cuerpo de aquel desgraciado portugués - tan bárbaramente escarnecido - y lo condujeron a la albarrada de San Lázaro, donde lo arrojaron en las aguas pestilentes de los lagos.

El cronista don Gregorio Martín de Guijo, quien es el autor del relato que hemos hecho, lo cierra con estas cristianas palabras:

"Dios nos dé muerte con que lo conozcamos."

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

El charro (México)

Allá por las afueras de la Ciudad de México, con dirección a Toluca, se encuentra uno con los arbolados cerros y bosques ahora muy visitados y cuyo parque nacional más conocido es el de "La Marquesa". Ahí cuentan que en ciertos pueblos aledaños se hablaba de un charro que ocasionalmente cabalgaba esos lugares y el encuentro con este personaje era tan inesperado como enigmático.

En alguna ocasión, una señora a la que llamaban para auxiliar a las mujeres cuando iban a dar a luz escuchó que tocaban su puerta insistentemente. Ya era entrada la noche, por lo que abrió la puerta con cierta reserva, pero grande fue su sorpresa al encontrarse con un hombre vestido de charro, que le pidió que le acompañara para ayudar a parir una mujer. La señora tomó su rebozo, se encomendó a la santísima Virgen y después de montar en el caballo que estaba amarrado de la rama de un árbol afuera de su casa, acompañó al jinete a donde éste la llevó, rezando un rosario en el camino.

Siendo de noche, la señora no reconoció los rumbos por donde el mencionado personaje cabalgó, y llegó a un jacalito sencillo donde habían varias señoras y la futura madre que con quejas y lamentos se aguantaba los dolores de las contracciones por el futuro parto. Ella, le dijeron, era la esposa del charro. La señora partera, conocedora de esos menesteres, hizo lo que siempre a la futura madre, la bañaba, refrescaba su frente con una tela. Fue pasando la noche, las señoras ayudaban a la mujer metiéndola a la bañera, respirando, luego la futura madre se dormía entre contracción y contracción, hacía ruidos, jadeaba, etc. La señora partera deambulaba por la casa, el charro la acompañaba afuera cuando ella salía y preguntaba cómo iban las cosas.

En un momento la partera salió del cuarto a refrescarse un momento, y le explicaba al charro “se me hace que el bebé está por la mitad de la cabeza, le falta poco para salir”.

Las otras señoras continuaron buscando posiciones cómodas para la señora del charro, y luego estuvieron platicando de la ropita que ya tenían para el niño y de lo mucho que lo esperaban y enseguida... la futura madre sintió que se le salía!. Fue rápidamente al cuarto del bebé. No podía pujar ya que no controlaba nada, ni podía contenerlo. La partera la agarró de las axilas por atrás, mientras las señoras ayudaron a acuclillarse a la mujer y en un grito que más bien fue alarido... salió el pequeño niño, llorando. Después de eso, con otra contracción, era la placenta. Fue todo muy rápido, después de un proceso de varias horas.

Todos se pusieron contentos, incluso el charro, quien orgulloso, reconocía según el sus rasgos en el rostro de la creatura, aunque esta todavía estaba inflamada por el parto.

Pasó todo, y el charro devolvió a la señora partera a su casa, sin decir palabra, pero cuando dejó a la señora en su casa nuevamente se despidió de ella, le dió un costalito con monedas de oro y le advirtió a la señora que guardara lo que había pasado esa noche como un secreto, pues "no viviría para contarlo".

Indignada y también estremeciéndose de miedo por tal advertencia, la señora se apresuró a meterse en su casa y cerró la puerta, asegurando con un polín su puerta. Esperó a que se fuera el charro, esperaba escuchar las pisadas del caballo, pero no escuchaba nada. Pasaron los minutos y al poco rato se asomó para descubrir que el charro y el caballo no estaban. Cómo había hecho para irse sin quel el caballo hiciera ruido?...

La confusión y el recelo por lo que había sucedido le duraron varios días a la señora, pues no sabía si había soñado el suceso o realmente había sucedido. Sin embargo, el costalito con que le había pagado el charro ahí estaba, y no sabía qué hacer con esas monedas de oro, pues qué origen podían tener?

Después de varias semanas estaba como ausente, las vecinas la saludaban y la señora las miraba como extrañada, invadida por dudas y miedos. Así, llegó el día en que platicó con una vecina lo que había ocurrido aquella noche y después de persignarse la vecina le aconsejó que llevara las monedas a la iglesia y que no contara a nadie más lo que había pasado. La partera dicen que siguió el consejo, hay quienes la vieron dirigirse a la iglesia.

Sin embargo, a la mañana siguiente la señora ya no despertó de su sueño nocturno. Amaneció acostada, con los ojos cerrados, su cuerpo sin vida. Dicen algunos que se escuchó cabalgar al charro, pero no hay quien lo pueda asegurar. Lo cierto es que se cumplió la advertencia del jinete, quien le dijo que no contara sobre ese misterioso alumbramiento. Y del pago que le hiciera, tampoco se supo nada. Tal vez fue que regresó por su dinero, quién sabe?

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La Isla de las Muñecas (México)

Murió el señor Julián Santana Barrera, nativo del Barrio de la Asunción falleció a la edad de 80 años, fue un personaje muy pintoresco.

En los años 50 me tocó conocerlo y convivir con él, pues en esa época el señor asistía a la pulquería Los Cuates ubicada en la Plazuela de La Asunción.

Yo era el hijo del jicarero y el señor Julián comenzó a hablarme porque yo lo atendía, entre la gente del barrio era conocido con el mote de La Coquita (pajarito abado que existe en la zona chinampera), debido a que ese pájaro era muy pequeñito.

Él pasaba con su carretilla llena de verduras y hortalizas que él cultivaba, las llevaba a vender al tianguis de Xochimilco y siempre iba con su calzón blanco amarrado hacia las rodillas y con un jorongo.

Al término de sus ventas se iba a Los Cuates a tomar su pulque, pero a nadie de los presentes en la pulquería les hablaba, ya que era muy retraído, aunque después le dio por andar en los Barrios pregonando la palabra de Jesús y en cada esquina se ponía a rezar y a hablar de Dios.

En esa época hablar de Dios sin ser sacerdote significaba blasfemar, ya que se aplicaba a toda persona que no tenía autoridad sacerdotal para lo mismo y era mal visto en Xochimilco, por lo que más de tres veces fue agredido por el pueblo. Después le dio por recoger en todos los barrios las muñecas que estaba tiradas en la basura, más tarde se perdió, pues nadie preguntaba por él, por lo que no se sabía si aún vivía.

Pero cuando se realizó el rescate ecológico de Xochimilco en los años noventa y el lago estaba totalmente cubierto de Lirio Acuático, llamó la atención que su chinampa estaba rodeada de muñecas y en esa zona nadie vivía.

Era una choza hecha de chinami, carrizo, ramas de ahuejote y zacatón, y él a nadie recibía, vivía como un ermitaño.

Con el tiempo comenzaron a llegar periodistas que lo querían entrevistar y yo fui la persona afortunada a quien aceptó con los mismos, porque él se acordaba de mi persona cuando lo atendía en la pulquería Los Cuates.

Él no quería hablar sobre las muñecas que tenía en su chinampa, pero después él aceptó darnos su versión sobre las mismas.

El decía que estaba allí para ahuyentar a los malos espíritus y para que se dieran mejor sus cosechas. Platicaba que las muñecas aparecían de repente y que ellas lo acompañaban por las noches.

Tenía una muñeca preferida que era La Moneca, de todas las chozas que tenía, siempre la trasladaba de una a otra. Una de las chozas estaba llena de mulitas que él hacía con hojas de maíz y las tenía colgando, también tenía cruces que hacía con pedazos de madera de ahuejote, recortes y fotografías de personajes de la política, delegados de Xochimilco, artistas, estudiantes y gente que lo iba a visitar.

Su cocina estaba al aire libre y tenía un tlecuil hecho con lodo, un comal de fierro, tenía en su cocina alrededor, colgados carpas secas que pescaba frente a su chinampa, también tenía recortes de periódicos que los periodistas le regalaban de los reportajes que le hacían

Las personas que se encargaban de cuidarlo estaba su hermana y su sobrino El Chope, quien era el encargado de llevarle diariamente su comida y su desayuno, también era el que bajaba a Xochimilco a vender sus cultivos de su tío Don Julián.

Platicando con su sobrino, se le preguntó que cómo había sido el accidente y comentó que para él y su tío era un día común y corriente:

Temprano habían sacado agualodo (lodo del fondo de l canal para hacer el chapin (composta de lirio acuático en donde encima se coloca el lodo, se deja reposar tres días y con un cuchillo hacen cuadros y en cada uno se depositan la semilla)para hacer sus siembras).

Después fue a realizar otras cosas a la parte de atrás y se puso a pescar con anzuelo como siempre lo hacía y le comentó a su sobrino y le comentó que un pez se le había escapado dos veces.

Después le llamó Don Julián a su sobrino mostrándole el pescado que agarró, grande de por lo menos 4 ó 5 kilos y dijo:

-" ya lo tengo, él que se me había escapado"

El sobrino le contestó que estaba bien.

Don Julián entonces, le comentó que la sirena le había estado llamando por que se lo quería llevar y entonces le dijo que le iba a cantar para que no se lo llevara, porque al parecer anteriormente ya le había comentado su tío que cantándole a la sirena no se lo llevaba y le dijo su sobrino que tuviera cuidado.

-Yo voy a ordeñar las vacas y ahorita regreso. Entonces cuando el sobrino regresó con la leche , buscó a su tío, y descubrió que se había ahogado, lo que sucedió muy rápido.

Sus familiares, están muy dolidos de haber perdido a Don Julián, pero dentro de su tristeza ellos están conformes pues su tío murió donde él quería, junto con sus muñecas y la sirena del que tanto hablaba se lo había llevado.

El señor Julián era el clásico nativo de Xochimilco, delgado, lampiño, de barbita y bigote ralo, su cuerpo está siendo velado en la casa de su hermana en el Barrio de Xaltocan, en la calle prolongación 16 de septiembre con el número 136.

Su misa de cuerpo presente será a las 11:00 horas en la iglesia de Barrio de La Asunción y será sepultado en el Panteón municipal de Xochimilco Xilotepec.

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La confesión de una muerta (México)

Este hecho narra lo que le sucedió a un sacerdote de la Ciudad de México, de apellido Aparicio. Se cuenta que siendo noche, había sido invitado a cenar a la casa de una noble familia, cuando fue interrumpido por unas personas que tocaban a la puerta. Los criados le avisaron al padre Aparicio que lo buscaban dos individuos humildes que aparentemente estaban algo pasados de copas.

Salió el padre a ver quién le llamaba y los dos desconocidos le pidieron que los acompañara indicandole que había una moribunda que necesitaba absolución de sus pecados, en un lugar cercano. El padre Aparicio se disculpó con el dueño de la casa, diciéndole que acudiría a ese llamado y regresaría en breve. Una de estas personas le señaló la dirección a seguir, y caminaron por un estrecho callejón. Al final de éste estaba una carreta y un cochero que le dijeron lo llevaría con la persona de la que se hablaba. Ayudaron al Padre Aparicio a subir, e indicaron al cochero que ya sabía a dónde tenía que llevar al clérigo.

El carro comenzó a desplazarse, dejando atrás las calles del Centro de la Ciudad de México, y poco a poco el Padre Aparicio comenzó a distinguir que se acercaban a los límites de la región más habitada. Fue entonces que llegaron a una casa con aspecto descuidado y ruinoso. Las ventanas estaban cerradas con tablones y la puerta desvencijada carecía de cerradura, por lo que rechinó sonoramente cuando una anciana vestida con andrajos y rebozo salió a recibir al Padre.

El Padre Aparicio, se desconcertó un poco ante la apariencia de la casa, pero se presentó con la vieja, que lo invitó a pasar, con lágrimas en los ojos. La casa estaba casi vacía, sin muebles, a no ser por una mesita donde había un candelabro que iluminaba la estancia. Debido a su voz queda y a que la mujer ya carecía de la mayor parte de su dentadura , el Padre apenas pudo comprender que la anciana le dijo que en piso superior estaba la moribunda.

Después de subir por la apolillada escalera de madera, el Padre se encontró con que la casa estaba en el mismo estado que el piso inferior, como abandonada, carente de mobiliario, como si se hubieran mudado hacía tiempo. Al fondo, la tenue luz de una veladora alumbraba un petate sobre el cual estaba una mujer joven, enfundada en un vestido de terciopelo con una diadema en la frente. La enferma, sudaba por la intensa fiebre y decía cosas ininteligibles, siendo el delirio una manifestación de lo grave de su estado. El Padre se acercó lentamente hacia el lecho, limpió la frente de la mujer con su pañuelo, se sentó en un banquito y después de escuchar atentamente la confesión, absolvió los pecados de la moribunda, dándole su bendición, y apretando su mano, que poco a poco fue perdiendo la fuerza. El pecho de la enferma comenzó a dejar de expandirse y su respiración fue disminuyendo convirtiéndose en un tenue suspiro hasta que finalmente ya no se pudo percibir. Los ojos vidriosos que nunca miraron claramente al Padre Aparicio se quedaron fijos en el techo...había fallecido.

El Padre Aparicio se levantó del banco y salió de la habitación, buscando a la anciana, sin embargo no la encontró en el piso superior. Bajó las escaleras buscándola, venciéndose la parte superior de la estructura inmediatamente después de usarla, y quedando sin acceso a la parte de arriba. Preocupado, el Padre salió de la ruinosa residencia. El frío viento soplaba en el exterior, cerrando la puerta principal. No había señales del carruaje que lo había llevado, ni del chofer. Asustado, el Padre Aparicio se alejó caminando y luego corriendo, espantado por lo extraño del acontecimiento, regresó a pie de nuevo hasta el Centro, pálido y sobresaltado, y llegó a la casa donde un rato antes había estado de invitado, y contó con detalle lo que le había pasado.

El dueño de la casa ordenó a sus criados atender al clérigo y luego les indicó que prepararan un carro para ir con el Padre Aparicio a la casa mencionada para esclarecer lo que había pasado. Cumpliendo sus órdenes, los criados prepararon el carro del señor y escoltados por dos que iban armados y a caballo fueron en la dirección que les dijo el Padre Aparicio.

Así pues, llegaron al lugar que les indicó y grande fue su sorpresa al encontrar la casa en el descuidado estado que les había comentado el Padre, sin embargo, la puerta estaba atrancada y cerrada con clavos ya oxidados. Tras derribar la puerta, los hombres entraron, y el Padre Aparicio reconoció la casa como la misma en donde había recibido la confesión de la moribunda, sin embargo, todos coincidían en que la casa tenía el aspecto de estar abandonada hacía años. Después de unos momentos, el Padre Aparicio se asomó por una ventana, donde distinguió algo que lo sobrecogió: En donde había estado un jardín, junto a un árbol, estaba su pañuelo muy bien doblado justo delante de lo que quedaba de una lápida, casi deshecha por el tiempo. Los criados se apresuraron a escarbar en la tierra, y encontraron un ataúd de madera, que contenía los restos de una mujer vestida con terciopelo, como la que había visto el Padre Aparicio, y en su frente una diadema, la misma que llevaba puesta la moribunda.

El hallazgo estremeció a los testigos y a todos los que se enteraron del fenómeno. El Padre Aparicio no volvió a ser el mismo desde entonces, se volvió introvertido, se encerraba a orar a altas horas de la noche y su salud se vió mermada por la falta de descanso, ya que tuvo muchas dificultades para conciliar el sueño.

El nombre de la persona que había confesado el padre Aparicio nunca se pudo determinar, y éste, imposibilitado para divulgar los detalles por el secreto de confesión, tuvo que llevarse a la tumba la identidad de la mujer.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

La confesión de un muerto (México)

Se dice que una noche a principios del siglo XVII el Abad de la antigua Basílica de Guadalupe vió que entraba un hombre de elegante apariencia que le solicitó la confesión, por lo que el Abad pidió a unos familiares que lo esperaban unos minutos. Después de un rato, el Abad salió con el rostro pálido, y cerró las puertas, por lo que sus familiares se extrañaron y le preguntaron por qué cerraba si el hombre elegante aún no había salido, sin embargo, el Abad se negó a contestar y los apresuró a dejar el lugar.

Ya en casa de los familiares, uno de sus sobrinos le preguntó al Abad qué le había pasado, sin embargo, el Abad llevó su mano derecha hacia su oído, haciendo notar que se le dificultaba escuchar. Después de que el sobrino le hiciera nuevamente la pregunta, el Abad le respondió que el hombre que había entrado a la Basílica horas antes era un muerto que había venido de ultratumba para confesarse, y que después de escuchar la confesión había tenido dificultad para escuchar por el oído derecho.

El Abad nunca pudo contar lo que le había dicho el misterioso personaje, guardando el secreto de confesión, quedando la duda para siempre.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

Las campanas de la Basílica (México)

Hace años, había un capellán en la antigua Basílica de Guadalupe, se dice que la persona era muy cumplida y puntual, que nunca dejó de hacer bien su tarea.

En cierta época en la que el clima se volvió hostil con los habitantes de la Ciudad de México, el viento fue tan frío que hubo muchas personas que con tan solo recibir un soplido de aire gélido se enfermaron gravemente. Una de las víctimas de dicha temporada fue el capellán, que en dos días vio mermada su salud, a tal grado que sentía escalofríos constantes y ardía en calentura.

Sin embargo, incluso cuando había caído en cama por razones de enfermedad había sido muy celoso de cumplir con su responsabilidad, por lo que a la hora que le correspondía se levantaba a hacer su trabajo, a pesar de las recomendaciones del Abad y de las personas cercanas que le indicaban que debía guardar reposo, pero éste continuó haciendo el esfuerzo de ir a las cuerdas y tocar las campanas, no dejando a nadie que lo hiciera por él. Tantas levantadas y exponerse al frío hicieron que no le hicieran efecto los preparados medicinales que le llevaban las ancianas y los baños de pies fueron contraproducentes porque salía con el cuerpo caliente y regresaba en estado de choque por el cambio de temperatura.

La muerte sorprendió al capellán había sido durante mucho tiempo el encargado de tocar las campanas de la Basílica antigua, siendo digno de reconocimiento su empeño en continuar haciendo su labor, pero también fue el centro de comentarios que hacían ver su inútil terquedad, ignorando las recomendaciones que le hacían, ya que si se hubiera cuidado podría haber salido de la enfermedad.

Sin embargo, desde entonces se cuenta que hay veces en que las campanas comienzan a sonar sin motivo aparente. La gente atribuye a esto que tal vez el alma del capellán aún sigue cumpliendo con su tarea.

Ya tiene tiempo que se retiraron las cuerdas para mover las campanas, y el fenómeno sigue repitiéndose aún. Como no podemos considerar que sea una mentira hasta que se compruebe lo contrario, mejor es dejar la incógnita y seguir esperando a que la ciencia o la religión nos den la respuesta a este hecho. Aunque es encomiable la entrega del capellán a su tarea, nosotros podemos tomar de este sucedido una lección que nos indica que es mejor la prudencia.

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Aparición en la Basílica (México)

Una de las leyendas que todavía se cuentan en nuestra ciudad, es la que dicen las personas que visitan la Basílica de Guadalupe o los que por sus circunstancias duermen en la escalinatas de dicho lugar. Cuentan que hay ocasiones en las que ha sido vista una mujer que sale de la Basílica vieja, portando una vela encendida, sin que el intenso viento nocturno o una lluvia torrencial apaguen su flama . La mujer camina en dirección a la Nueva Basílica y para sorpresa de muchos atraviesa las paredes del edificio.

Algunos curiosos y otros que han sabido dominar el miedo han sido testigos de que ya en el interior de la Nueva Basílica, la mujer deja la vela como ofrenda y después de rezar una oración desaparece.

Tal vez se trata de un alma en pena que tiene como manda hacer la visita al sagrado recinto o puede ser la manifestación de algún compromiso que dejó de cumplir la persona a quien perteneció dicha imagen. No lo sabemos pero queda el misterio de dicha aparición.

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El fantasma de la monja (México)

Cuando existieron personajes en esa época colonial inolvidable, cuando tenemos a la mano antiguos testimonios y se barajan nombres auténticos y acontecimientos, no puede decirse que se trata de un mito, una leyenda o una invención producto de las mentes de aquél siglo. Si acaso se adornan los hechos con giros literarios y sabrosos agregados para hacer más ameno un relato que por muy diversas causas ya tomó patente de leyenda. Con respecto a los nombres que en este cuento aparecen, tampoco se ha cambiado nada y si varían es porque en ese entonces se usaban de una manera diferente nombres, apellidos y blasones.

Durante muchos años y según consta en las actas del muy antiguo convento de la Concepción, que hoy se localizaría en la esquina de Santa María la Redonda y Belisario Domínguez, las monjas enclaustradas en tan lóbrega institución, vinieron sufriendo la presencia de una blanca y espantable figura que en su hábito de monja de esa orden, veían colgada de uno de los arbolitos de durazno que en ese entonces existían. Cada vez que alguna de las novicias o profesas tenían que salir a alguna misión nocturna y cruzaban el patio y jardínes de las celdas interiores, no resistían la tentación de mirarse en las cristalinas aguas de la fuente que en el centro había y entonces ocurría aquello. Tras ellas, balanceándose al soplo ligero de la brisa noctural, veían a aquella novicia pendiente de una soga, con sus ojos salidos de las órbitas y con su lengua como un palmo fuera de los labios retorcidos y resecos; sus manos juntas y sus pies con las puntas de las chinelas apuntando hacia abajo.

Las monjas huían despavoridas clamando a Dios y a las superioras, y cuando llegaba ya la abadesa o la madre tornera que era la más vieja y la más osada, ya aquella horrible visión se había esfumado.

Así, noche a noche y monja tras monja, el fantasma de la novicia colgando del durazno fue motivo de espanto durante muchos años y de nada valieron rezos ni misas ni duras penitencias ni golpes de cilicio para que la visión macabra se alejara de la santa casa, llegando a decir en ese entonces en que aún no se hablaba ni se estudiaban estas cosas, que todo era una visión colectiva, un caso típico de histerismo provocado por el obligado encierro de las religiosas.

Más una cruel verdad se ocultaba en la fantasmal aparición de aquella monja ahorcada, colgada del durazno y se remontaba a muchos años antes, pues debe tenerse en cuenta que el Convento de la Concepción fue el primero en ser construído en la Capital de la Nueva España, (apenas 22 años después de consumada la Conquista y no debe confundirse convento de monjas-mujeres con monasterio de monjes-hombres), y por lo tanto el primero en recibir como novicias a hijas, familiares y conocidas de los conquistadores españoles.

Vivían pues en ese entonces en la esquina que hoy serían las calles de Argentina y Guatemala, precisamente en donde se ubicaba muchos años después una cantina, los hermanos Avila, que eran Gil, Alfonso y doña María a la que por oscuros motivos se inscribió en la historia como doña María de Alvarado.

Pues bien esta doña María que era bonita y de gran prestancia, se enamoró de un tal Arrutia, mestizo de humilde cuna y de incierto origen, quien viendo el profundo enamoramiento que había provocado en doña María trató de convertirla en su esposa para así ganar mujer, fortuna y linaje.

A tales amoríos se opusieron los hermanos Avila, sobre todo el llamado Alonso de Avila, quien llamando una tarde al irrespetuoso y altanero mestizo, le prohibió que anduviese en amoríos con su hermana.

-Nada podeís hacer si ella me ama -dijo cínicamente el tal Arrutia-, pues el corazón de vuestra hermana ha tiempo es mío; podéis oponeros cuanto queráis, que nada lograréis.

Molesto don Alonso de Avila se fue a su casa de la esquina antes dicha y que siglos después se llamara del Relox y Escalerillas respectivamente y habló con su hermano Gil a quien le contó lo sucedido. Gil pensó en matar en un duelo al bellaco que se enfrentaba a ellos, pero don Alonso pensando mejor las cosas, dijo que el tal sujeto era un mestizo despreciable que no podría medirse a espada contra ninguno de los dos y que mejor sería que le dieran un escarmiento. Pensando mejor las cosas decidieron reunir un buen monto de dinero y se lo ofrecieron al mestizo para que se largara para siempre de la capital de la Nueva España, pues con los dineros ofrecidos podría instalarse en otro sitio y poner un negocio lucrativo.

Cuéntase que el metizo aceptó y sin decir adiós a la mujer que había llegado a amarlo tan intensamente, se fue a Veracruz y de allí a otros lugares, dejando transcurrir los meses y dos años, tiempo durante el cual, la desdichada doña María Alvarado sufría, padecía, lloraba y gemía como una sombra por la casa solariega de los hermanos Avila, sus hermanos según dice la historia.

Finalmente, viendo tanto sufrir y llorar a la querida hermana, Gil y Alonso decidieron convencer a doña María para que entrara de novicia a un convento. Escogieron al de la Concepción y tras de reunir otra fuerte suma como dote, la fueron a enclaustrar diciéndole que el mestizo motivo de su amor y de sus cuitas jamás regresaría a su lado, pues sabían de buena fuente que había muerto.

Sin mucha voluntad doña María entró como novicia al citado convento, en donde comenzó a llevar la triste vida claustral, aunque sin dejar de llorar su pena de amor, recordando al mestizo Arrutia entre rezos, angelus y maitines. Por las noches, en la soledad tremenda de su celda se olvidaba de su amor a Dios, de su fe y de todo y sólo pensaba en aquel mestizo que la había sorbido hasta los tuétanos y sembrado de deseos su corazón.

Al fin, una noche, no pudiendo resistir más esa pasión que era mucho más fuerte que su fe, que opacaba del todo a su religión, decidió matarse ante el silencio del amado de cuyo regreso llegó a saber, pues el mestizo había vuelto a pedir más dinero a los hermanos Avila.

Cogió un cordón y lo trenzó con otro para hacerlo más fuerte, a pesar de que su cuerpo a causa de la pasión y los ayunos se había hecho frágil y pálido. Se hincó ante el crucificado a quien pidió perdón por no poder llegar a desposarse al profesar y se fue a la huerta del convento y a la fuente.

Ató la cuerda a una de las ramas del durazno y volvió a rezar pidiendo perdón a Dios por lo que iba a hacer y al amado mestizo por abandonarlo en este mundo.

Se lanzó hacia abajo.... Sus pies golpearon el brocal de la fuente.

Y allí quedó basculando, balanceándose como un péndulo blanco, frágil, movido por el viento.

Al día siguiente la madre portera que fue a revisar los gruesos picaportes y herrajes de la puerta del convento, la vio colgando, muerta.

El cuerpo ya tieso de María de Alvarado fue bajado y sepultado ese misma tarde en el cementerio interior del convento y allí pareció terminar aquél drama amoroso.

Sin embargo, un mes después, una de las novicias vió la horrible aparición reflejada en las aguas de la fuente. A esta aparición siguieron otras, hasta que las superiores prohibieron la salida de las monjas a la huerta, después de puesto el sol.

Tal parecía que un terrible sino, el más trágico perseguía a esta familia, vástagos los tres de doña Leonor Alvarado y de don Gil González Benavides, pues ahorcada doña María de Alvarado en la forma que antes queda dicha, sus dos hermanos Gil y Alonso de Avila se vieron envueltos en aquella conspiración o asonada encabezada por don Martín Cortés, hijo del conquistador Hernán Cortés y descubierta esta conjura fueron encarcelados los hermanos Avila, juzgados sumariamente y sentenciados a muerte.

El 16 de julio de 1566 montados en cabalgaduras vergonzantes, humillados y vilipendiados, los dos hermanos Avila, Gil y Alonso fueron conducidos al patíbulo en donde fueron degollados. Por órdenes de la Real Audiencia y en mayor castigo a la osadía de los dos Avila, su casa fue destruída y en el solar que quedó se aró la tierra y se sembró con sal.

Fuente: http://www.angelfire.com/co/theelder/monja.html

La niña atropellada de Eugenia y Gabriel Mancera (México)

La leyenda que a continuación os voy a contar, ha circulado de boca en boca por los habitantes de las colonias del Valle, Narvarte y aledañas por igual. La ubicación exacta de ésta, toma forma exactamente en el cruce del Eje Vial Número 5, mejor conocido como Eugenia, y el Eje Vial Número 2, también conocido como Gabriel Mancera.

Alrededor de las 2 a.m., se cuenta, una chiquilla se dirigía caminando hacia la farmacia para comprar las medicinas que su madre enferma requería, hecho por el que se vió forzada a salir a esas altas horas de la madrugada (o por lo que fuera, esta versión se practica para darle dramatismo a la historia y para justificar qué podría estar haciendo una escuincla en la calle a esa hora).

La niña, consciente de la hora, prudentemente respetaba los semáforos y señalamientos antes de cruzar las calles hasta llegar a su destino, y así lo hizo también en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera.

Al ponerse la luz roja para los vehículos que transitaban sobre Eje 5, la chica se dispuso a caminar, de esquina a esquina, para cruzar dicho Eje, pero, a diferencia de la gallina, nunca llegó al otro lado del camino, ya que un coche que iba a exceso de velocidad decidió ignorar la luz roja y cruzar, sin tomar precaución alguna sobre otros automóviles o transeúntes cruzando. Golpeó mortalmente a la niña, dejándola medio viva y medio muerta en el arroyo del tránsito. El automovilista responsable nunca se bajó del vehículo... es más, nunca se detuvo para saber si la niña vivía o moría y nunca fue para pedir asistencia médica a nadie ni por nada. Siguió su camino, sin más.

Eventualmente, la niña falleció en agonía y sola, nadie la ayudó. Desde entonces, y es aquí donde uno debe espantarse, alrededor de las 2 a.m., en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera, el espíritu de la niña se aparece a los automóviles que circulan a esa hora a exceso de velocidad. Ella cruza la calle como aquella fatídica noche cuando perdió la vida, provocando así que los autos se vuelquen por tratar de esquivarla cuando la ven, quedando literalmente "patas arriba". Una vez que provocado el accidente, se va, dejando a los pasajeros sin asistencia de ningún tipo para morir solos, tal cual a ella le sucedió.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/

Leyenda de la Aduana de Santo Domingo (México)

Leyenda mexicana sobre la construccion del edificio de la Aduana en la Ciudad de Mexico.

¿Leyenda?... ¿Historia?... sea lo que fuere debemos relatar lo que se cuenta acerca de la construcción de este edificio, en la que entró como razón principal el amor de un noble y rico caballero, a distinguida dama, hermosa y de alto linaje.

A principios del siglo XVIII, vivía en la corte de la Nueva España don Juan Gutiérrez Rubín de Celis, rico y noble caballero, coronel del Regimiento "Tres Villas", perteneciente a la Orden Militar de Santiago, y que, según afirman varios cronistas de la época, poseía también el hábito de Calatrava, así como el cargo de Prior del Consulado, nombramiento que había recibido del Virrey Don Juan de Acuña, Marqués de Casafuerte. Esto le hacía ser respetado y gozar de distinciones en las altas esferas sociales y nobles del Virreinato.

Don Juan vivía en medio del lujo más grande y la suntuosidad más refinada; jamás se le veía a pie, siempre en su carroza o en su litera forrada de seda. Le gustaba vestir con la elegancia más costosa de aquellos días, y afirma más de un historiador, que en 1716, durante los festejos de la toma de posesión del Gobierno por el Marqués de Valero, llevaba tal cantidad de joyas sobre su traje, que solamente los bordados de perlas del casacón representaban la suma de treinta mil pesos, por cuyo dato se calculará el valor de sus cadenas, sortijas, de los alfileres sobre el encaje de la corbata, los broches en el sombrero, y demás brillantes preseas.

En el nobilísimo y nada joven caballero, se despertó loca y profunda pasión amorosa por la linda doncella Doña Sara de García Somera y Acuña, parienta del Virrey Marqués de Casafuerte, la cual dudaba en corresponder a aquel amor, por el carácter especial del enamorado que no presagiaba mucha felicidad en el matrimonio para el día de mañana.

Pero eran tantas las promesas y tantos los juramentos del apasionado pretendiente que allá por el año 1741, correspondió Doña Sara a las pretensiones de Don Juan, pero con una sola condición, algo rara en efecto, pero indispensable para conseguir la mano de la dama, y fue ésta: que el apasionado caballero concluyera en el plazo improrrogable de seis meses las obras del edificio de la Aduana, cuya construcción se había empezado años antes y estaba completamente abandonada. Algo le extrañó la condición, pero como el amor es poderoso cuando se adueña de las voluntades, sacudió Don Juan su manera de ser abandonada y fría, aceptando el requisito que se le imponía, y con actividad en él desusada, puso mano a la obra sin escatimar gasto alguno ni esfuerzo de ninguna clase, para salir airoso de la empresa.

No encontró ningún arquitecto que se comprometiera en ese plazo, a terminar el edificio y él en persona se convirtió en director de la obra. Hizo traer negros para que trabajasen día y noche, con teas encendidas se realizaban estos trabajos cuando la luz del sol faltaba; distribuyó entre los canteros, todos cuantos existían en la ciudad, las piedras que habían de labrar; mandó construir apresuradamente balcones y barandales de hierro; al mismo tiempo hizo que cientos de carpinteros construyeran bastidores, puertas, frontis y ventanas, vigilándolo todo él, antes holgazán caballero, que al presente desplegaba una actividad extraordinaria descansando apenas unas cuantas horas para dormir.

De esta manera, empeñoso y con tesonera constancia, tres días antes de expirar el plazo fijado por la dama de sus pensamientos, se puso de gala y, en su mejor coche, se dirigió a la casa de la amada a la que, en un cojín de terciopelo, hizo entrega de las llaves del edificio ya terminado y le pidió que cumpliera su palabra de ser su esposa, ya que él había cumplido la suya de terminar el edificio. Doña Sara cumplió su palabra. Se verificó el matrimonio en agosto de ese mismo año y Don Juan, para dejar un recuerdo de su amada a las generaciones futuras, mandó esculpir sobre un arco una inscripción acróstica, en la cual se puede leer lo siguiente:

"Siendo Prior del Consulado don Juan Gutiérrez Rubín de Celis, Caballero de la Orden de Santiago, y Cónsules don Gaspar de Alvarado, de la misma Orden y don Lucas Serafín Chacón, se acabó la fábrica de esta Aduana, a 28 de junio de 1741 ".

Algunos historiadores dicen, que doña Sara puso la condición a Don Juan aconsejada por el Virrey Marqués de Casafuerte.

Tal es la historia de cómo se construyó el edificio mencionado.
Observadores escrupulosos han hecho notar que la prisa con que se construyó se destaca en lo defectuoso de algunas partes, sobre todo en las piezas de hierro forjado, que no tienen la finura y delicadeza debida.

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La Leyenda de La Estrella de México (México)

Leyenda mexicana sobre una mujer muy bella, apodada La Estrella de Mexico, y una historia de amor trágica. Ciudad de Mexico.

Sin tener una fecha exacta del suceso se comenta, que una noche con motivo de haber recobrado la salud la Virreina se reunieron en palacio las principales familias de México las cuales conformaban la corte que en realidad era una caricatura de la de España, pero en cuanto a lujo y opulencia a veces la superaba ya que en México vivían los dueños de las minas de Taxco en Guerrero, Real del Monte en Hidalgo, Fresnillo en Zacatecas y Guanajuato.

Después de algún tiempo de haber iniciado la fiesta llegó una mujer llamada Clara que cautivaba a los hombres y opacaba a las mujeres con su belleza, una vez instalada, el hijo del Virrey se dedicó a cortejarla obteniendo por respuesta el desaire, el fue quien la bautizó como La Estrella de México.

Al término de la fiesta, Clara salió hacia su casa ubicada en la esquina formada por las actuales calles de Argentina y Luis González Obregón, pasado algún tiempo apareció por la calle un joven llamado Gonzalo de Leiva quien pretendía a Clara, después de entonar una canción, apareció la bella mujer en su balcón iniciando así la clásica plática de los enamorados jurándole Gonzalo amor eterno, al término de este juramento se escucharon pasos que se aproximaban obligando a la pareja a retirarse. Gonzalo emprendió la huida empuñando, pero sin sacar su espada, al ver que lo seguían se detuvo e hizo frente al desconocido quien se cubría el rostro con una gran capa advirtiéndole que pretender el amor de Clara le costaría muy caro, ante esta amenaza ambos iban a desenvainar en ese lugar pero acordaron acudir a una zona mas apropiada y se dirigieron a la Plaza de Santo Domingo.

En este lugar inicio el duelo, después de largos minutos uno de ellos cayó herido, su adversario quiso prestarle ayuda pero no le fue posible porque se acercaba la ronda y huyó. En la tarde del siguiente día Doña Pánfila, madre de Clara, recibe en su casa al Virrey que solicitó la mano de su hija disculpando a Carlos su hijo por no poderlo acompañar ya que la noche anterior algo le salió mal en su parranda. Ante esta solicitud de matrimonio, Clara le pide al Virrey tres días para tomar una determinación a lo cual accedió amablemente. Acababan de despedir al Virrey cuando madre e hija salieron al balcón atraídas por un murmullo y el paso de gran cantidad de gente, extrañada Clara preguntó a su madre:

-¡Qué será eso madre mía!

-¿No escuchas doblar en San Ildefonso? Es un entierro, mira ya sale el acompañamiento

-¿Será algún colegial noble o uno de los reverendos padres jesuitas?

-Era un joven, pobre familia está inconsolable. Los padres jesuitas han puesto interés en que no se conozca cómo o por que fue su muerte pero cómo los sirvientes en todo se entrometen dicen que fue un desafío por amores, en la madrugada ya casi moribundo sus amigos lo llevaron a su cuarto desde el lugar de la contienda, me han dicho que es hijo de la señora de Leiva.

-¿Quién de los dos? por que son dos

-Gonzalo

-¡Gonzalo!

Después de la noticia Clara quedo inmóvil durante largo tiempo, ante esta reacción su madre le pregunto el por que se sentía así a lo que contestó:

-Porque ese joven...Gonzalo...era mi único amor, era el alma de mi vida. Con él lo he perdido todo y hoy nada en el mundo vale para mí. Madre concede mí última voluntad, entraré al monasterio...allí sepultaré mi dolor.

-Respeto tu decisión, ya que has renunciado al matrimonio a mí no me queda más que volver al campo y administrar la hacienda, de vez en cuando vendré a visitarte...¿Y a qué convento prefieres entrar?

-A la Encarnación para estar cerca de ti y de la casa en que nací y me crié, abriga para mí tantos y tan tiernos recuerdos.

-Hija, sabes que quiero dejar la corte y tengo una idea, yo no quiero conservar la casa si no vives en ella conmigo, propondré a la religiosas que te permitan habitarla.

-¿Cómo puede ser eso?

-Cerrando toda comunicación a la calle y abriendo una hacia el convento. Así las monjas aumentarán su espacio con una finca más que puede serles útil con el tiempo, y tú podrás vivir en la morada que tanto amas.
Tres días después, la casa se anexa al convento de la Encarnación y la Estrella de México se eclipsó para siempre.

Fuente: http://www.mitos-mexicanos.com/